15 febrero 2017



 EL ELEFANTE ENCADENADO 
(Jorge Bucay "recuentos para Demián")




Cuando era pequeña me encantaban los circos y lo que más me gustaba de ellos eran los animales. Siempre estaba pidiéndoles a mi padre y a mi madre que me llevaran a uno.

Un verano vino un circo, ¡disfruté tanto con los trapecistas, los payasos, los leones y sobre todo… con el elefante!. Fue lo primero que vi, nada más comprar las entradas, reparé en el inmenso y descomunal animal que estaba atado al lado de la carpa principal, cerca de las taquillas.

Cuando salimos del circo, aún con las emociones latentes después de tantos espectáculos, volví a ver al gran elefante que de nuevo captó toda mi atención. Le miré con detenimiento y de repente noté algo, en lo que antes no había reparado que me sorprendió muchísimo.

Ese gran animal, gigante, poderoso y fuerte estaba sujeto, para evitar que se escapara tras la función, con tan sólo una cadena que ataba una de sus enormes patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. La estaca era un minúsculo pedazo de madera enterrado sólo unos pocos centímetros en la tierra.

Cuando el animal tenía que actuar le desataban la cadena y le conducían hasta la carpa central. Una vez allí en su espectáculo la enorme bestia hacía despliegue de su fuerza y tamaño. Pero después de su actuación y hasta la hora de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que fácilmente él podía romper con tan sólo un movimiento.

El misterio era evidente para mí. Un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podía con facilidad arrancar la estaca y huir. ¿Por qué entonces no escapaba? ¿Qué lo mantenía entonces esclavizado? ¿Por qué ni siquiera intentaba soltarse?

Nunca encontré respuesta, pero seguí preguntando hasta que un día el domador me contó:

“El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca desde que era muy pequeño. En algún momento el elefantito quiso escapar, tiró y tiró, tratando de soltarse, pero a pesar de todo su esfuerzo no pudo arrancar la estaca, era aún demasiado pequeño.

Esa estaca aunque pequeña, era ciertamente muy fuerte para él porque era muy débil aún.

En varias ocasiones incluso, llegó a quedarse dormido, agotado por intentar soltarse sin poder lograrlo.

Cada día probaba, hasta que un día, horrible para su historia, el animal se dio cuenta de la imposibilidad de soltarse y se resignó a su destino de quedar atrapado sin poder liberarse.”

Entonces entendí, ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque cree que NO PUEDE.

Él lo tiene registrado en su memoria y recuerda su impotencia de aquella incapacidad que sintió de pequeño cuando lo intentó y no pudo, de aquellas noches de sudor y cansancio por querer escapar sin poder lograrlo.

Y desde el día, ese espantoso día, que abandonó el intento, jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez y se consideró incapaz.

Así es como somos todos en alguna medida, en alguna cuestión. Como ese elefante de circo. Desde pequeños vamos por el mundo esclavizados a nuestras propias limitaciones, siempre atados a la estaca pequeña que nos quita la libertad.

Vivimos creyendo que un montón de cosas ” no las podemos hacer” simplemente porque alguna vez antes probamos y no pudimos, o no nos dejaron o nos dijeron que no íbamos a ser capaces. Y ese “no vas a poder” se transformó en “no voy a poder”. Hicimos entonces lo del elefante, grabamos en nuestro recuerdo EL NO PUEDO y después EL NO PUEDO se transformó en NUNCA PODRÉ.



Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…

Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad… condicionados por el recuerdo de «no puedo»… Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón…






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